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herramientas para el manejo del estrés docente en tiempos de covid
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martes, 9 de junio de 2020
LA IMPORTANCIA DEL DOCENTE EN EL DESARROLLO DE COMPETENCIAS SOCIOEMOCIONALES DE SUS ESTUDIANTES
No es el estrés que nos haga caer, es cómo respondemos a las situaciones
de estrés.
Wayde Goodall
Por años se pensó que
la práctica educativa debía estar inscrita en el escenario de la formalidad, articulándose
al rigor racional y limitando las emociones a la vida privada de los individuos.
No obstante, a la luz de los nuevos conocimientos y de las circunstancias
propias del mundo global, se ha entendido a la emoción como parte fundamental
del acto educativo en tanto que puede determinar su éxito o fracaso.
El sistema educativo
se enfrenta entonces a un desafío importante al reconocer su responsabilidad de
educar a personas con capacidad para desenvolverse en la sociedad actual,
integrarse, participar de forma activa y eficaz en el marco de las nuevas formas
de convivencia y ciudadanía, que además son diversas no solo en cuanto a sus características
físicas y mentales, sino también en sus formas de concebir el mundo y la vida.
De esta manera, ha
venido en aumento el interés por el desarrollo socioemocional del alumnado,
tomando conciencia de la importancia que tienen no solo los aspectos
cognitivos, sino también las emociones y afectos en aras de favorecer el desarrollo
integral, así como el propio bienestar docente.
Y precisamente, hablar de la formación y del
desarrollo de competencias socioemocionales en los alumnos requiere
necesariamente fijar la vista en uno de los actores principales del sistema
educativo: el profesor. Tal y como Sutton y Wheatly (2003) señalan, la
competencia emocional de los docentes es necesaria para su propio bienestar
personal y para su efectividad y calidad a la hora de llevar a cabo los
procesos de enseñanza / aprendizaje del aula, en general, y para el desarrollo
socioemocional en los alumnos, en particular.
La figura del maestro o docente ejerce una gran
influencia en los estudiantes, constituyéndose en referentes de los alumnos no
solo por lo que enseñan sino también por las cosas que hacen, la forma como actúan,
reaccionan y afrontan su propia vida. Hay estudios que indican la importancia
de la contribución del docente en el desarrollo socioemocional de sus
estudiantes, la cual parece tener efectos duraderos en sus vidas adultas (Birch
y Ladd, 1996; Murray y Greenberg, 2000; Pianta, Hamre, y Stuhlman, 2003).
Enrique Chaux asegura que en “algunos casos de
la formación ciudadana ocurre casi exclusivamente de manera implícita, a través
de lo que se ha llamado currículo oculto, es decir, por medio de las prácticas
cotidianas en el aula y en la institución educativa que reflejan ciertos
valores y normas que no se hacen explícitos, pero que sí generan aprendizaje en
los estudiantes” (Chaux, 2004, pág. 14). Las instituciones educativas en la
organización académica elaboran los criterios, planes de estudio, metodologías
y procesos en la formación de los estudiantes, estos aspectos se materializan
día a día en las prácticas pedagógicas. Sin embargo, es el diario vivir, con el
ejemplo, en lo que sucede en el aula, lo que no se planea, sino que se
vivencia, en esas relaciones directas que suceden en la clase para que ese
aprendizaje sea significativo. No por nada dice el adagio “el ejemplo vale más
que mil palabras”.
De allí que el compromiso del docente con su
propio desarrollo socioemocional tenga un impacto tan importante en el
desarrollo de las habilidades socioemocionales de sus alumnos. No puede un niño
aprender a pedir lo que quiere de manera asertiva, si escucha a los adultos a
su alrededor pronunciar sus deseos gritando, agrediendo o imponiéndose de
manera violenta. Siempre doy este ejemplo en mis formaciones y es que un niño
en un salón de clase no aprenderá que hay que hacer silencio en algunas
ocasiones si su profesor grita desde el tablero ¡SILENCIO POR FAVOR!... el niño
aprende en este caso, que gritar es una alternativa para captar la atención de
los demás y poder decir lo que quiere.
lunes, 8 de junio de 2020
domingo, 7 de junio de 2020
sábado, 6 de junio de 2020
viernes, 5 de junio de 2020
Opinión de los padres con respecto al regreso a clases presenciales en Colombia
Los invito a diligenciar esta corta encuesta (pincha aquí) acerca de la opinión que tenemos los padres de familia para el regreso a clases presenciales.... No olviden:
1. Dar like a nuestra página
2. Compartir la encuesta a tantos padres como puedan
3. Estar atentos a los resultados en una semana
jueves, 4 de junio de 2020
miércoles, 3 de junio de 2020
martes, 2 de junio de 2020
EL ROL DEL ASESOR PEDAGÓGICO EN EL ACOMPAÑAMIENTO DOCENTE
“…La educación debe forjar a personas que comprendan
y sepan intuitivamente, en su mente, su corazón y todo su ser,
el valor irremplazable de los seres humanos y del mundo
natural.
Tengo la convicción de que esa clase de educación
corporifica la lucha eterna de la civilización humana
para crear un camino certero hacia la paz…"
(IKEDA, Daisaku: "No más asesinatos",
Tú puedes cambiar el mundo, Asahi Press, Tokio, 2002, pág. 139
Años
de trabajo con docentes desde el acompañamiento en su quehacer pedagógico han
venido inquietándome acerca de mi propio rol en ese acompañamiento: ¿Cuál es mi
función? ¿Qué puedo aportar a la labor docente? ¿Cuál es mi intencionalidad al
acercarme a un aula de clase? ¿Cómo aprovechar al máximo la posibilidad que el
cargo de asesor me brinda al contar con la escucha del docente?
Sin
dudas entrar al aula de clase trae consigo la responsabilidad de intencionar
las visitas para posibilitar transformaciones y en virtud de esa
responsabilidad las transformaciones propuestas no deberían estar centradas
exclusivamente en el quehacer pedagógico sino que deberían apuntar finalmente a
la construcción de una sociedad más equitativa, justa y democrática que brinde
posibilidades puntuales de desarrollo de quienes la componen, como bien expone
Cullen (1997)[1]
“…Educar debe ser una acción social
justa, porque equitativa y solidariamente busca socializar mediante el conocimiento
legitimado públicamente…”.
Necesitamos entonces formar
ciudadanos capaces de afrontar las demandas que el medio les plantea con
coherencia entre el juicio y la acción, ciudadanos con criterio y valores
morales y espirituales que puedan construir una sociedad más humana. Por
otro lado, se afirma en muchos ámbitos que la escuela está siendo rebasada por
la realidad en tanto que los conocimientos allí adquiridos cada vez se
relacionan menos con la vida diaria, enfrentándose a grandes retos como expone Fuentes (1999) [2] “…Los fenómenos de desarticulación de las
generaciones jóvenes en relación con la sociedad, de la pérdida de referentes,
de la violencia en diversas manifestaciones, se ven hoy como el más grande
desafío de los sistemas educativos, de los aparatos culturales y de las
sociedades…”.
Pensar en esa desarticulación en nuestra sociedad, que enfrenta el día a día arrastrando con una historia violenta y posterior a la firma de un acuerdo de Paz, hace que programas como Aulas en Paz (donde he aprendido a ser asesora) tomen verdadera relevancia en una escuela que debe refrescarse, una educación que requiere reevaluar sus objetivos y unos ciudadanos que necesitan ser formados para asumir modelos de convivencia efectivos y sostenibles. Para ello pensar al educador y su labor implica pensarse a si mismo como guía o asesor.
Por
los objetivos que se han trazado desde la educación y la labor de socialización
que a este sector le hemos delegado debemos comprender que le solicitamos respuestas
que van más allá de la sola tarea de transmitir conocimientos. El docente es un
elemento vital en virtud de la responsabilidad de que todos sus alumnos logren
los propósitos educativos en congruencia con las demandas éticas y sociales que
el medio les demanda.
Formar
habilidades sociales requiere necesariamente recurrir a modelos y estrategias
pedagógicas centradas en el “hacer”, estrategias significativas, prácticas y que
permitan que el conocimiento adquirido sea perdurable, dado que son
competencias para convivir y en ese sentido construir sociedades
justas para todos y mentalmente sanas. Requiere además de un docente consiente
de su rol formador y en búsqueda constante de su propia coherencia en el pensar,
sentir y accionar con las competencias que pretende potenciar en sus
estudiantes.
El
asesor pedagógico esta llamado al análisis de la figura del docente para
realizar un acompañamiento pertinente y con intenciones claras desde las
necesidades de los profesionales que orienta y para ello resulta útil la
aclaración que hace Esteban (2001) al exponer que el docente se desarrolla en
tres ámbitos:
Gestor
de Información: es decir que domine los conocimientos que
trasmite.
Guía
del proceso de enseñanza y aprendizaje: pues debe
saber cómo enseñar y a su vez debe saber cómo aprende cada estudiante.
Ser
un modelo a seguir: es decir permitirse ser representante
de los valores que transmite en un ambiente de aprendizaje que es
necesariamente social.
Poder acompañar al docente en el camino, implica necesariamente conocer el estado de su desarrollo en los tres ámbitos nombrados, así como poner de antemano sobre la mesa del docente esa mirada que se ha realizado. El aprendizaje y crecimiento de ese docente no podrá darse si no hay un dialogo igualitario, una concertación de pasos a seguir y un reconocimiento compasivo y consciente de sus esfuerzos, todo esto a fin de poner al docente en el centro mismo del acto de acompañamiento que se realiza.
Es decir acompañar al docente en su proceso de auto gestión y crecimiento personal y profesional es materializar la intención de ser compañía a su proceso y no de vehículo ni mapa... el docente solo llegará a ser lo que cree, quiere y se empeña por aprender, no lo que el asesor quiere que el docente sea. Y en esto último fallamos recurrentemente todos aquellos que poseemos una labor de facilitación de aprendizajes (incluidos los mismos docentes), toda vez que planeamos anticipadamente las acciones sin tener en cuenta el deseo mismo de aprendizaje del sujeto que acompañaremos o formaremos.
En todo caso, la sola conciencia sobre la trampa que el ego nos pone al querer moldear a un educando-aprendiz según la imagen que creemos que debe tener, es ya un paso hacía la utopía del aprendizaje como acto liberador.
[1] CULLEN, C. A. Crítica de
las razones de educar: temas de filosofía de la educación. Argentina: Paidós,
1997.
[2] FUENTES MOLINAR, O. “¿Es
posible enseñar valores?”, en Voces de la Educación. Educación y Ética: un
debate actual. Xalapa, Veracruz, año I, número 1, enero-junio 2000.
lunes, 1 de junio de 2020
herramientas para el manejo del estrés docente en tiempos de covid
Desde Aulas en Paz estamos trabajando por el bienestar docente y la promoción de la convivencia pacífica. Aquí el video del webinar del juev...
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